Todo empezó como la última tarea de mi curso, ¿cuál era la tarea? hacer una escultura que represente a una mujer con alimentos, si, si, alimentos, comida.
Y bueno, ahi estaba yo devanándome la cabeza, que si pillo la receta de las figuritas de azúcar de las tartes de novios...que si no hay forma de modelarla...y bueno, unos compis me dan una idea "¿porque no utilizas una calabaza?"...y bueno, que la calabaza es muy dura, la zanahora muy pequeña...y al final me decanté por un calabacín.
Y ahí me coloco yo frente a mi calabacín, tan verde, tan....calabacín...que no sabía por dónde empezar a transformarlo en una figura.
Pero bueno, pasito a pasito, cucharadita que quito de aquí, un poco que raspo por alla...y parece que va tomando forma, abriéndose paso, viendo la luz.
Sensación de alumbramiento, de lograr crear a partir de la nada, de lo informe. Lo mejor con diferencia de cualquier creación, es precisamente el proceso de crear.
Y en este caso, con un reto más, y es el no poder corregir, el tener que estar totalmente centrada y conectada para no perder el control.
Y por fin llega el momento, Mukimono ha surgido carne de su carne. El porque de llamarse Mukimono, se debe a que gracias a ese mágico Google, descubrí de la existencia de un antiguo arte japonés con este nombre, que se basa en el tallado en frutas y verduras...y yo pensando que había descubierto un nuevo modo de escultura.
No sé si te pedían en clase que la figura fuese exenta, pero he de decir que la segunda fotografía es la que más me gusta. La figura, intentando salir y tomar forma de la estructura del calabacín tiene un encanto mucho mayor, bajo mi opinión claro está, que recortada totalmente de la hortaliza. Es una ambigüedad que queda muy bien.
ResponderEliminarEspero que sea una crítica constructiva ;)